No es el Corelliano que buscaban
“Se lo llevaron, ¿no es así?”
Kemra se volvió rápidamente para encarar al dueño de la voz que acababa de escuchar y que definitivamente no correspondía a Montgomery Scott, sino al hombre alto de cabello oscuro y una vestimenta que bien lo haría pasar por un vaquero espacial, que ayudaba al viejo Ingeniero a ponerse de pie.
“¿Quién eres?”, preguntó Kemra.
“Por supuesto, que malos modales. Me llamo Tane Boman, capitán de la Estrella de Corellia, una de las mejores naves de la Galaxia y desafortunadamente, la causa de mi predicamento actual”.
Un corelliano, pensó Kemra. Hace mucho que no veía a los suyos. La mayoría tenían fama de contrabandistas y pendencieros, no eran precisamente personas de fiar.
“¿Y ustedes, quiénes son?”, preguntó Tane.
“Somos visitantes”, se limitó a contestar Kemra. Todavía no decidía si podía confiar en aquel extraño. “Tuvimos el infortunio de atravesarnos en el camino de un desertor y un cazarecompensas y terminamos aquí”.
“Si, el cazarecompensas. Como dije, parece ser que es mi culpa que llegara hasta aquí. Se suponía que debía recoger un pasajero y sacarlo de este planeta a cambio de cierta información que pudiera vender. Era una operación sencilla, hasta que ese cazarecompensas confundió mi nave con otra nave corelliana, buscada con afán por el Imperio. El maldito me persiguió y cuando descubrió que la Estrella no era el Millenium Falcon, me entregó a los Imperiales por unas cuantas monedas, acusándome de ser un espía de la Rebelión”.
“Según dicen, no hay honor entre ladrones”, comentó Kemra.
“Oye anciano, no sé quién te crees pero no puedes andar juzgando a la ligera”, protestó Tane. “Mi pasajero era un soldado desertor que me entregó información que puede ser vital para la Alianza Rebelde y mi misión era hacerles llegar esa información. Soy un hombre de principios, ¿sabes? No como Han, el capitán del Falcon, que tiene una reputación tan mala que sólo consigue trabajo con los Hutt en Tatooine y que incluso eso es capaz de arruinar”.
“Entonces, ¿si eres un espía de los rebeldes?”
“Bueno, no exactamente un espía y no trabajo exclusivamente para los rebeldes, de algo hay que vivir”, confesó con una sonrisa. “Pero al menos trato de ayudar. Y si bien es cierto que iba a recibir un buen pago por sacar al desertor, también lo es que la información que me entregó puede ayudar a la Rebelión a resolver el enigma de las desapariciones en el Triángulo de Dreighton”.
“¿Desapariciones?”
“¿No han oído de las misteriosas desapariciones de astronaves en el espacio circundante al planeta Dreighton? Unos pocos testigos dicen que fueron atacados por un caza misterioso que aparecía y desaparecía, un fantasma de una guerra ya olvidada”.
“Hablas de mitos y leyendas. ¿Por qué habría eso de interesar a la Rebelión?”
“Porque gracias a la información que recibí, creo que no se trata precisamente de fantasmas sino de algo que puede ser mucho más peligroso. Algo que viene tramando el Imperio gracias a lo que tienen aquí. Tendré que acercarme a Dreighton para confirmarlo, pero si es cierto…”
“¿Qué tanto hablan ustedes dos?”, preguntó Scotty ya cansado de no entender ni una palabra del dialecto hablado por sus compañeros de celda.
Kemra resumió al Ingeniero la conversación con el corelliano. Al escucharlos, Tane se sorprendió de no ser capaz de reconocer el idioma que hablaban, algo casi imposible de creer. Como contrabandista, había recorrido la Galaxia muchas veces y aunque no los hablara, era capaz de entender desde los eructos de los Hutts hasta los gruñidos tribales de los Wookies y cualquier variante entre aquellos extremos. Estos dos tampoco hablaban en lenguaje Galáctico básico, aunque los fonemas que pronunciaban sonaban muy similar a la entonación sofisticada y elegante que usaban los cortesanos en Naboo. Así las cosas, estos dos debían venir de muy lejos, quizás tuvieran relación con…
“¿Ustedes no serán los pilotos de aquella extraña nave, verdad?”
Kemra interrumpió su charla con Scott. ¿A qué nave se refería el corelliano? ¿Se referiría acaso a la Enterprise?
“¿Exactamente a qué nave te refieres?”, cuestionó.
“A la que tienen aquí abajo en las bodegas, es de lo que te estaba hablando hace un momento, de los mitos y leyendas, como le llamaste. Bueno, todas las respuestas parecen provenir de una extraña nave que encontraron en este planeta hace algún tiempo, una con la forma de un ave de rapiña”.
¿Un ave de rapiña? No había naves como esa en la flota Imperial ni en ninguna que Kemra pudiera recordar. Pero si sabía de naves con esa descripción en otra flota. Cuando llegó a la Tierra e inició su investigación sobre las capacidades de las naves de la Federación Unida de Planetas, Kemra no restringió su investigación solamente a las naves propias de la Federación, también estudió las naves usadas por aquellas civilizaciones que estaban por fuera de la Federación o en su contra. Llegó a conocer muy bien muchas de ellas, aunque fuera en el papel y aunque finalmente se decidió por una nave estelar tipo Constitución como la Enterprise, hubo otra que bien podría haber sido usada para su viaje por el hiperuniverso si las condiciones hubieran sido más propicias y no perteneciera a una raza en guerra declarada contra la Federación. Ese tipo de nave además contaba con la capacidad para comportarse de forma tal, que un observador desprevenido podría confundirla con una nave fantasma. Para confirmar que su teoría era correcta, Kemra describió algunas características de aquellas naves al corelliano.
Para su agrado, a cada descripción dada, la respuesta fue: “Sí, tal cuál”.
“¿Qué sucede?”, preguntó Scotty intrigado por el manifiesto entusiasmo de su compañero.
“Creo que se cuál es la fuente del Deuterio que estamos buscando”, respondió emocionado.
“Bueno, eso ya es algo. Solo debemos salir de aquí, encontrarlo y enviarlo a la Enterprise. No sé por qué cuando desperté creí que estábamos perdidos y que toda esta misión había sido un fracaso”, respondió Scott con un tono bastante sarcástico, que no pasó inadvertido para Kemra.
“Deberías tener un poco de fe. Estas bodegas no fueron construidas como celdas, estoy seguro que debe haber una forma sencilla de salir de aquí”. Se volvió hacia el corelliano y preguntó: “Parece que llevas más tiempo que nosotros aquí encerrado. ¿Tienes ya algún plan de escape?”
Tane sonrió.
“Se de una forma de salir de aquí. Hay una escotilla que da a los túneles de ventilación, no es muy grande pero si lo suficiente para que podamos caber”. Miró a Scotty y por un momento dudó, pero inmediatamente se convenció de que no habría problema con su gruesa constitución. “Si, estoy seguro que podemos arrastrarnos por ellas. Esta estación sigue los parámetros de construcción imperiales, así que es apuesta segura asumir que están interconectados y que a través de ellos podemos llegar al hangar donde tienen mi nave. Una vez en la Estrella, será pan comido dejarlos a salvo en alguna estación amistosa y yo quedaré libre para buscar a los rebeldes y vender… este, compartirles lo que descubrí aquí”.
“Si, estoy seguro de eso. Tu plan parece basarse en muchos supuestos pero es lo mejor que tenemos por ahora”. Kemra revisó las cuatro paredes, techo y piso y tan solo vio cajas, grandes y pequeñas, mayormente apiñadas contra los muros. No se veía nada parecido a lo descrito por Tane. “¿Y dónde se supone está esa dichosa escotilla?”
El corelliano se llevó una de las manos a la cabeza y respondió entre risas.
“Ahí está el detalle. Verán, cuando me trajeron había una grúa y bueno, la escotilla está ahí, sólo que no podemos verla”.
“Se lo llevaron, ¿no es así?”
Kemra se volvió rápidamente para encarar al dueño de la voz que acababa de escuchar y que definitivamente no correspondía a Montgomery Scott, sino al hombre alto de cabello oscuro y una vestimenta que bien lo haría pasar por un vaquero espacial, que ayudaba al viejo Ingeniero a ponerse de pie.
“¿Quién eres?”, preguntó Kemra.
“Por supuesto, que malos modales. Me llamo Tane Boman, capitán de la Estrella de Corellia, una de las mejores naves de la Galaxia y desafortunadamente, la causa de mi predicamento actual”.
Un corelliano, pensó Kemra. Hace mucho que no veía a los suyos. La mayoría tenían fama de contrabandistas y pendencieros, no eran precisamente personas de fiar.
“¿Y ustedes, quiénes son?”, preguntó Tane.
“Somos visitantes”, se limitó a contestar Kemra. Todavía no decidía si podía confiar en aquel extraño. “Tuvimos el infortunio de atravesarnos en el camino de un desertor y un cazarecompensas y terminamos aquí”.
“Si, el cazarecompensas. Como dije, parece ser que es mi culpa que llegara hasta aquí. Se suponía que debía recoger un pasajero y sacarlo de este planeta a cambio de cierta información que pudiera vender. Era una operación sencilla, hasta que ese cazarecompensas confundió mi nave con otra nave corelliana, buscada con afán por el Imperio. El maldito me persiguió y cuando descubrió que la Estrella no era el Millenium Falcon, me entregó a los Imperiales por unas cuantas monedas, acusándome de ser un espía de la Rebelión”.
“Según dicen, no hay honor entre ladrones”, comentó Kemra.
“Oye anciano, no sé quién te crees pero no puedes andar juzgando a la ligera”, protestó Tane. “Mi pasajero era un soldado desertor que me entregó información que puede ser vital para la Alianza Rebelde y mi misión era hacerles llegar esa información. Soy un hombre de principios, ¿sabes? No como Han, el capitán del Falcon, que tiene una reputación tan mala que sólo consigue trabajo con los Hutt en Tatooine y que incluso eso es capaz de arruinar”.
“Entonces, ¿si eres un espía de los rebeldes?”
“Bueno, no exactamente un espía y no trabajo exclusivamente para los rebeldes, de algo hay que vivir”, confesó con una sonrisa. “Pero al menos trato de ayudar. Y si bien es cierto que iba a recibir un buen pago por sacar al desertor, también lo es que la información que me entregó puede ayudar a la Rebelión a resolver el enigma de las desapariciones en el Triángulo de Dreighton”.
“¿Desapariciones?”
“¿No han oído de las misteriosas desapariciones de astronaves en el espacio circundante al planeta Dreighton? Unos pocos testigos dicen que fueron atacados por un caza misterioso que aparecía y desaparecía, un fantasma de una guerra ya olvidada”.
“Hablas de mitos y leyendas. ¿Por qué habría eso de interesar a la Rebelión?”
“Porque gracias a la información que recibí, creo que no se trata precisamente de fantasmas sino de algo que puede ser mucho más peligroso. Algo que viene tramando el Imperio gracias a lo que tienen aquí. Tendré que acercarme a Dreighton para confirmarlo, pero si es cierto…”
“¿Qué tanto hablan ustedes dos?”, preguntó Scotty ya cansado de no entender ni una palabra del dialecto hablado por sus compañeros de celda.
Kemra resumió al Ingeniero la conversación con el corelliano. Al escucharlos, Tane se sorprendió de no ser capaz de reconocer el idioma que hablaban, algo casi imposible de creer. Como contrabandista, había recorrido la Galaxia muchas veces y aunque no los hablara, era capaz de entender desde los eructos de los Hutts hasta los gruñidos tribales de los Wookies y cualquier variante entre aquellos extremos. Estos dos tampoco hablaban en lenguaje Galáctico básico, aunque los fonemas que pronunciaban sonaban muy similar a la entonación sofisticada y elegante que usaban los cortesanos en Naboo. Así las cosas, estos dos debían venir de muy lejos, quizás tuvieran relación con…
“¿Ustedes no serán los pilotos de aquella extraña nave, verdad?”
Kemra interrumpió su charla con Scott. ¿A qué nave se refería el corelliano? ¿Se referiría acaso a la Enterprise?
“¿Exactamente a qué nave te refieres?”, cuestionó.
“A la que tienen aquí abajo en las bodegas, es de lo que te estaba hablando hace un momento, de los mitos y leyendas, como le llamaste. Bueno, todas las respuestas parecen provenir de una extraña nave que encontraron en este planeta hace algún tiempo, una con la forma de un ave de rapiña”.
¿Un ave de rapiña? No había naves como esa en la flota Imperial ni en ninguna que Kemra pudiera recordar. Pero si sabía de naves con esa descripción en otra flota. Cuando llegó a la Tierra e inició su investigación sobre las capacidades de las naves de la Federación Unida de Planetas, Kemra no restringió su investigación solamente a las naves propias de la Federación, también estudió las naves usadas por aquellas civilizaciones que estaban por fuera de la Federación o en su contra. Llegó a conocer muy bien muchas de ellas, aunque fuera en el papel y aunque finalmente se decidió por una nave estelar tipo Constitución como la Enterprise, hubo otra que bien podría haber sido usada para su viaje por el hiperuniverso si las condiciones hubieran sido más propicias y no perteneciera a una raza en guerra declarada contra la Federación. Ese tipo de nave además contaba con la capacidad para comportarse de forma tal, que un observador desprevenido podría confundirla con una nave fantasma. Para confirmar que su teoría era correcta, Kemra describió algunas características de aquellas naves al corelliano.
Para su agrado, a cada descripción dada, la respuesta fue: “Sí, tal cuál”.
“¿Qué sucede?”, preguntó Scotty intrigado por el manifiesto entusiasmo de su compañero.
“Creo que se cuál es la fuente del Deuterio que estamos buscando”, respondió emocionado.
“Bueno, eso ya es algo. Solo debemos salir de aquí, encontrarlo y enviarlo a la Enterprise. No sé por qué cuando desperté creí que estábamos perdidos y que toda esta misión había sido un fracaso”, respondió Scott con un tono bastante sarcástico, que no pasó inadvertido para Kemra.
“Deberías tener un poco de fe. Estas bodegas no fueron construidas como celdas, estoy seguro que debe haber una forma sencilla de salir de aquí”. Se volvió hacia el corelliano y preguntó: “Parece que llevas más tiempo que nosotros aquí encerrado. ¿Tienes ya algún plan de escape?”
Tane sonrió.
“Se de una forma de salir de aquí. Hay una escotilla que da a los túneles de ventilación, no es muy grande pero si lo suficiente para que podamos caber”. Miró a Scotty y por un momento dudó, pero inmediatamente se convenció de que no habría problema con su gruesa constitución. “Si, estoy seguro que podemos arrastrarnos por ellas. Esta estación sigue los parámetros de construcción imperiales, así que es apuesta segura asumir que están interconectados y que a través de ellos podemos llegar al hangar donde tienen mi nave. Una vez en la Estrella, será pan comido dejarlos a salvo en alguna estación amistosa y yo quedaré libre para buscar a los rebeldes y vender… este, compartirles lo que descubrí aquí”.
“Si, estoy seguro de eso. Tu plan parece basarse en muchos supuestos pero es lo mejor que tenemos por ahora”. Kemra revisó las cuatro paredes, techo y piso y tan solo vio cajas, grandes y pequeñas, mayormente apiñadas contra los muros. No se veía nada parecido a lo descrito por Tane. “¿Y dónde se supone está esa dichosa escotilla?”
El corelliano se llevó una de las manos a la cabeza y respondió entre risas.
“Ahí está el detalle. Verán, cuando me trajeron había una grúa y bueno, la escotilla está ahí, sólo que no podemos verla”.
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