Arriba, arriba y a volar
La mañana siguiente, Jonathan llevó a Clark a la escuela. En el desayuno, Martha les sobre la mujer rubia en uniforme rosa y blanco que se presentó en el granero la noche anterior y que desapareció junto con la misteriosa esfera. Cuando el niño preguntó por la otra nave espacial, Jonathan se apresuró a contestar que "también desapareció", algo que sorprendió incluso a Martha.
En la escuela, Clark se reunió de nuevo con sus amigos y lo primero que hizo fue disculparse con Pete por haberlo lesionado. El peli-mono le restó importancia al asunto, le extendió un marcador y le indicó que pusiera su marca en el yeso de su brazo. Como Clark no dejaba de reprocharse y disculparse con él, le replicó con una sonrisa:
"No te afanes, gracias a eso pude conocer un pequeño ángel, así que todo ha sido para bien". Clark quedó confundido, sólo comprendió a qué se refería su amigo cuando, antes de iniciar clase, la profesora les presentó a una nueva estudiante, una pequeña de cabellos claros de nombre Chloe.
El resto de la jornada transcurrió sin mayores tropiezos, incluso el pesado de Brad pareció guardar distancia ese día. La única novedad notable, a falta de cualquier otra de mayor relevancia, corrió por cuenta de un ligero mareo que experimentó cuando estuvo compartiendo durante el descanso con su amigo Kenny Braverman. Por demás, todo bien.
Ya cerca del mediodía, su padre pasó a recogerlo en la camioneta y no encontró objeción a la petición de llevar con ellos a Lana. Jonathan condujo hasta la casa de la pelirroja, allí los niños se despidieron y Jonathan creyó ver entre ellos una chispa naciente, tímida, de algo más que una mera amistad.
En la verja de la entrada, a unos metros de la casa, Clark le confesó a su padre sus temores respecto a los cambios en su fuerza, su asombrosa capacidad de recuperación y la agudeza de sus sentidos, de la que Jonathan recién se enteraba, aunque se guardó el contar sobre la conversación que les escuchó el día anterior. También se sinceró sobre los sentimientos de culpa que lo agobiaban por lo ocurrido con Pete. Jonathan se estacionó.
"No sé qué decir, hijo. Pero luego de lo que vivimos anoche, es obvio que…"
"No soy un niño normal, ¿verdad?", le interrumpió Clark, asustado por lo que estaba por preguntar a continuación. "¿Soy un monstruo mutante del espacio?"
Jonathan lo abrazó. Si le hubiera preguntado eso ayer, casi con seguridad, habría respondido para sus adentros "tal vez". Ahora pensaba diferente, ya no tenía ese miedo. La noche anterior había echado un vistazo al mañana y aunque le preocupaba un poco (como a todo padre) la magnitud de los retos que alguien con sus capacidades tendría que enfrentar, estaba convencido que su pequeño no era un monstruo mutante, aunque no estaba tan seguro respecto a que viniera o no del espacio.
"No, hijo, claro que no", respondió finalmente. "Eres un niño excepcional, eres mi hijo y me orgullece ser tu padre. Y por lo de Pete, esas cosas pasan a veces en un campo de juego. Pero si te hace sentir mejor, podemos entrenar esas especiales habilidades tuyas para prevenir que algo así pueda un día pasar por accidente. ¿Qué te parece?"
Clark asintió. En cuanto llegaron a la casa y hubieron almorzado, Clark se amarró una toalla rojiza al cuello y salió corriendo gritando "¡te espero en el campo, papá!".
"¿Qué significa eso?", preguntó Martha desde el portón de la casa, mientras observaba a su hijo correr hacia el campo cosechado.
"Vamos a entrenar un poco", contestó su esposo, notoriamente alegre, contagiado de seguro por el entusiasmo de su hijo.
"No vayas a abusar, recuerda que tu corazón está delicado. Sobre eso, Oscar llamó esta mañana. Tuve que excusarte por no ir y te reprogramó para el próximo viernes". Ella le abrazó. "Por favor no faltes, si algo como lo de anoche se repite…"
"No te preocupes, estaré bien. Mañana iré sin falta a ese chequeo medico", respondió Jonathan. El infarto de la otra noche era una señal clara de que no debía tomar a la ligera su corazón.
"¿Qué hiciste con…?"
Jonathan silenció a su esposa y le hizo señas de que Clark podría oírlos. Ella obedeció y no dijo más. Mas tarde, Jonathan le contaría como después de regresar de dejar a Clark en la escuela y subir la nave espacial a la parte de atrás de la camioneta, se la llevó a las montañas, cerca de donde suele acampar con Clark y allí la enterró. Lo hizo no solo para evitar que su hijo la viera, sino también como precaución para evitar atraer a su casa a sujetos como el de la otra noche.
Jonathan caminó hacia el campo, observando al pequeño correr con los brazos extendidos, simulando un planeador. Clark se sentía más enérgico que nunca, pensando en las posibilidades, las infinitas posibilidades del mañana y soñando con que un día ojalá no muy lejano, pudiera surcar los cielos, tal como el misterioso hombre volador con capa que los salvó a él y a su padre.
En la casa, un solitario televisor mostraba un aburrido presentador de noticias comentar las varias consecuencias menores del fenómeno de manchas solares que ha experimentado el Sol por estos días. Nada realmente relevante.
La mañana siguiente, Jonathan llevó a Clark a la escuela. En el desayuno, Martha les sobre la mujer rubia en uniforme rosa y blanco que se presentó en el granero la noche anterior y que desapareció junto con la misteriosa esfera. Cuando el niño preguntó por la otra nave espacial, Jonathan se apresuró a contestar que "también desapareció", algo que sorprendió incluso a Martha.
En la escuela, Clark se reunió de nuevo con sus amigos y lo primero que hizo fue disculparse con Pete por haberlo lesionado. El peli-mono le restó importancia al asunto, le extendió un marcador y le indicó que pusiera su marca en el yeso de su brazo. Como Clark no dejaba de reprocharse y disculparse con él, le replicó con una sonrisa:
"No te afanes, gracias a eso pude conocer un pequeño ángel, así que todo ha sido para bien". Clark quedó confundido, sólo comprendió a qué se refería su amigo cuando, antes de iniciar clase, la profesora les presentó a una nueva estudiante, una pequeña de cabellos claros de nombre Chloe.
El resto de la jornada transcurrió sin mayores tropiezos, incluso el pesado de Brad pareció guardar distancia ese día. La única novedad notable, a falta de cualquier otra de mayor relevancia, corrió por cuenta de un ligero mareo que experimentó cuando estuvo compartiendo durante el descanso con su amigo Kenny Braverman. Por demás, todo bien.
Ya cerca del mediodía, su padre pasó a recogerlo en la camioneta y no encontró objeción a la petición de llevar con ellos a Lana. Jonathan condujo hasta la casa de la pelirroja, allí los niños se despidieron y Jonathan creyó ver entre ellos una chispa naciente, tímida, de algo más que una mera amistad.
En la verja de la entrada, a unos metros de la casa, Clark le confesó a su padre sus temores respecto a los cambios en su fuerza, su asombrosa capacidad de recuperación y la agudeza de sus sentidos, de la que Jonathan recién se enteraba, aunque se guardó el contar sobre la conversación que les escuchó el día anterior. También se sinceró sobre los sentimientos de culpa que lo agobiaban por lo ocurrido con Pete. Jonathan se estacionó.
"No sé qué decir, hijo. Pero luego de lo que vivimos anoche, es obvio que…"
"No soy un niño normal, ¿verdad?", le interrumpió Clark, asustado por lo que estaba por preguntar a continuación. "¿Soy un monstruo mutante del espacio?"
Jonathan lo abrazó. Si le hubiera preguntado eso ayer, casi con seguridad, habría respondido para sus adentros "tal vez". Ahora pensaba diferente, ya no tenía ese miedo. La noche anterior había echado un vistazo al mañana y aunque le preocupaba un poco (como a todo padre) la magnitud de los retos que alguien con sus capacidades tendría que enfrentar, estaba convencido que su pequeño no era un monstruo mutante, aunque no estaba tan seguro respecto a que viniera o no del espacio.
"No, hijo, claro que no", respondió finalmente. "Eres un niño excepcional, eres mi hijo y me orgullece ser tu padre. Y por lo de Pete, esas cosas pasan a veces en un campo de juego. Pero si te hace sentir mejor, podemos entrenar esas especiales habilidades tuyas para prevenir que algo así pueda un día pasar por accidente. ¿Qué te parece?"
Clark asintió. En cuanto llegaron a la casa y hubieron almorzado, Clark se amarró una toalla rojiza al cuello y salió corriendo gritando "¡te espero en el campo, papá!".
"¿Qué significa eso?", preguntó Martha desde el portón de la casa, mientras observaba a su hijo correr hacia el campo cosechado.
"Vamos a entrenar un poco", contestó su esposo, notoriamente alegre, contagiado de seguro por el entusiasmo de su hijo.
"No vayas a abusar, recuerda que tu corazón está delicado. Sobre eso, Oscar llamó esta mañana. Tuve que excusarte por no ir y te reprogramó para el próximo viernes". Ella le abrazó. "Por favor no faltes, si algo como lo de anoche se repite…"
"No te preocupes, estaré bien. Mañana iré sin falta a ese chequeo medico", respondió Jonathan. El infarto de la otra noche era una señal clara de que no debía tomar a la ligera su corazón.
"¿Qué hiciste con…?"
Jonathan silenció a su esposa y le hizo señas de que Clark podría oírlos. Ella obedeció y no dijo más. Mas tarde, Jonathan le contaría como después de regresar de dejar a Clark en la escuela y subir la nave espacial a la parte de atrás de la camioneta, se la llevó a las montañas, cerca de donde suele acampar con Clark y allí la enterró. Lo hizo no solo para evitar que su hijo la viera, sino también como precaución para evitar atraer a su casa a sujetos como el de la otra noche.
Jonathan caminó hacia el campo, observando al pequeño correr con los brazos extendidos, simulando un planeador. Clark se sentía más enérgico que nunca, pensando en las posibilidades, las infinitas posibilidades del mañana y soñando con que un día ojalá no muy lejano, pudiera surcar los cielos, tal como el misterioso hombre volador con capa que los salvó a él y a su padre.
En la casa, un solitario televisor mostraba un aburrido presentador de noticias comentar las varias consecuencias menores del fenómeno de manchas solares que ha experimentado el Sol por estos días. Nada realmente relevante.
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Y eso es toooodo, amigos...
ResponderEliminarBueno, no realmente. Ese canto de cierre tendrá que esperar hasta la próxima semana, cuando publique el epílogo de esta historia. Entonces podremos despedirnos de esta versión libre, espontánea y no oficial de la historia de Clark Kent cuando niño, en los campos de Smallville.
Nos vemos en ocho días!