A que te cojo ratón
La granja de los Kent contaba con tres parcelas plantadas con trigo, cuyas espigas ya se elevaban varios centímetros. En unas semanas más estarían listas y podrían prestar la cosechadora del viejo McCullogh para recogerlas. Como parte de su proyecto de diversificación, otras tres parcelas estaban cultivadas con maíz, de las que ya dos habían sido cosechadas, la tercera todavía no estaba a punto. Esta noche, Jonathan Kent se vio obligado a entrar en esa plantación.
Clark abrió los ojos y contempló el cielo estrellado de Kansas. No habían nubes, la Luna estaba a tres cuartos de creciente y todo estaba inmerso en un pacifico silencio. Podría tratarse de una experiencia relajante, de no ser por las costillas rotas y el sabor a sangre en la boca. Era una situación similar a lo vivido en la mañana, cuando fue pisoteado por el toro de Ben Hubbard aunque con una notoria diferencia: aunque el golpe que acababa de recibir había sido muchísimo más fuerte, el daño infligido era en comparación mucho menor. Y no sólo eso, su capacidad de recuperación era más rápida, tanto que para cuando se puso de pie, sus costillas ya habían sanado. Su cuerpo de niño estaba cambiando a una velocidad increíble y aunque le asustaba no saber en qué se estaba convirtiendo o por qué, tenía cosas más inmediatas de qué preocuparse, como del hombre que lo estaba buscando, moviendo su mazo a un lado y otro, abriéndose paso por entre las matas de maíz.
"Sal de tu escondite, pequeño roedor. ¡No importa cuanto corras, nunca podrás escapar de Black Mace!", gritó el hombre del mazo soltando una carcajada. Se divertía torturando a su potencial victima.
Clark se escabulló por entre las matas, aprovechando su baja estatura y la oscuridad para ocultarse. Trataba de hacerse camino a la casa, para huir con sus padres en la camioneta y buscar ayuda, pero cada que conseguía ponerse en ruta, su paso quedaba bloqueado. Black Mace estaba seguro que casi le había atrapado en un par de ocasiones, estaba teniendo problemas para encontrarlo y al poco rato, la situación dejó de parecerle divertida.
"Basta de juegos", masculló con rabia. Presionó uno de los botones ocultos en el mango del mazo y este se sobrecargó de energía. Lo levantó y seguido lo dejó caer con fuerza sobre el piso.
Pete Ross estaba en su casa leyendo algunas historietas luego de cenar, cuando escuchó un estruendo. Miró por la ventana pero no vio nubes, ni relámpagos ni nada que pudiera parecérsele. Se encogió de hombros y continuó leyendo.
Lana Lang sintió un ligero temblor sacudir la mesa cuando estaba levantando los cubiertos para llevárselos a su tía a la cocina. No escuchó el estruendo que se produjo en la lejanía porque el volumen del televisor lo enmascaró, pero tuvo la desagradable sensación de qué algo andaba mal.
En medio de la plantación de los Kent se despejó una considerable área, abriendo un cráter de baja profundidad. Hojas, mazorcas y tierra caían alrededor, sacudidas por el brutal impacto. Al borde del área limpiada, Clark se tambaleaba sin conseguir ponerse de pie, aturdido. Black Mace sonrió al verlo, estaba por completar el trabajo para el que fue reclutado, uno que por vez primera había decidido a realizar ad honorem. Después de todo, estaba por pasar a la historia o mejor aún, cambiarla por completo, al convertirse en el responsable de terminar con una leyenda antes que esta siquiera tuviera oportunidad de comenzar. El placer de ese pensamiento le resultaba tan dulce, que le hacía babear. Seguro y confiado, caminó en dirección al pequeño.
"Ni un paso más, no vuelvas a tocar a mi hijo o te volaré la cabeza", amenazó Jonathan Kent, apuntando su rifle a la cabeza del gigante de negro. Agitado, estuvo a punto de desmayarse por la fuerza del impacto que limpió esa área, pero la imperiosa urgencia de salvar a su hijo pudo más.
Cuando Clark vio a Jonathan aparecer de la nada e interponerse en el camino de ese hombre peligroso, arriesgando su propia vida para protegerlo, cualquier duda que pudiera quedarle sobre la real naturaleza de sus sentimientos se desvaneció. Se puso de pie sujetándolo del pantalón y lo abrazó. En lo que a él respecta, en adelante y para todos los efectos, ese hombre era y siempre será su padre.
Black Mace no se dejó conmover por el momento. Tomó su mazo, lo recargó y se lanzó sobre padre e hijo. "Está hecho", se dijo.
La granja de los Kent contaba con tres parcelas plantadas con trigo, cuyas espigas ya se elevaban varios centímetros. En unas semanas más estarían listas y podrían prestar la cosechadora del viejo McCullogh para recogerlas. Como parte de su proyecto de diversificación, otras tres parcelas estaban cultivadas con maíz, de las que ya dos habían sido cosechadas, la tercera todavía no estaba a punto. Esta noche, Jonathan Kent se vio obligado a entrar en esa plantación.
Clark abrió los ojos y contempló el cielo estrellado de Kansas. No habían nubes, la Luna estaba a tres cuartos de creciente y todo estaba inmerso en un pacifico silencio. Podría tratarse de una experiencia relajante, de no ser por las costillas rotas y el sabor a sangre en la boca. Era una situación similar a lo vivido en la mañana, cuando fue pisoteado por el toro de Ben Hubbard aunque con una notoria diferencia: aunque el golpe que acababa de recibir había sido muchísimo más fuerte, el daño infligido era en comparación mucho menor. Y no sólo eso, su capacidad de recuperación era más rápida, tanto que para cuando se puso de pie, sus costillas ya habían sanado. Su cuerpo de niño estaba cambiando a una velocidad increíble y aunque le asustaba no saber en qué se estaba convirtiendo o por qué, tenía cosas más inmediatas de qué preocuparse, como del hombre que lo estaba buscando, moviendo su mazo a un lado y otro, abriéndose paso por entre las matas de maíz.
"Sal de tu escondite, pequeño roedor. ¡No importa cuanto corras, nunca podrás escapar de Black Mace!", gritó el hombre del mazo soltando una carcajada. Se divertía torturando a su potencial victima.
Clark se escabulló por entre las matas, aprovechando su baja estatura y la oscuridad para ocultarse. Trataba de hacerse camino a la casa, para huir con sus padres en la camioneta y buscar ayuda, pero cada que conseguía ponerse en ruta, su paso quedaba bloqueado. Black Mace estaba seguro que casi le había atrapado en un par de ocasiones, estaba teniendo problemas para encontrarlo y al poco rato, la situación dejó de parecerle divertida.
"Basta de juegos", masculló con rabia. Presionó uno de los botones ocultos en el mango del mazo y este se sobrecargó de energía. Lo levantó y seguido lo dejó caer con fuerza sobre el piso.
Pete Ross estaba en su casa leyendo algunas historietas luego de cenar, cuando escuchó un estruendo. Miró por la ventana pero no vio nubes, ni relámpagos ni nada que pudiera parecérsele. Se encogió de hombros y continuó leyendo.
Lana Lang sintió un ligero temblor sacudir la mesa cuando estaba levantando los cubiertos para llevárselos a su tía a la cocina. No escuchó el estruendo que se produjo en la lejanía porque el volumen del televisor lo enmascaró, pero tuvo la desagradable sensación de qué algo andaba mal.
En medio de la plantación de los Kent se despejó una considerable área, abriendo un cráter de baja profundidad. Hojas, mazorcas y tierra caían alrededor, sacudidas por el brutal impacto. Al borde del área limpiada, Clark se tambaleaba sin conseguir ponerse de pie, aturdido. Black Mace sonrió al verlo, estaba por completar el trabajo para el que fue reclutado, uno que por vez primera había decidido a realizar ad honorem. Después de todo, estaba por pasar a la historia o mejor aún, cambiarla por completo, al convertirse en el responsable de terminar con una leyenda antes que esta siquiera tuviera oportunidad de comenzar. El placer de ese pensamiento le resultaba tan dulce, que le hacía babear. Seguro y confiado, caminó en dirección al pequeño.
"Ni un paso más, no vuelvas a tocar a mi hijo o te volaré la cabeza", amenazó Jonathan Kent, apuntando su rifle a la cabeza del gigante de negro. Agitado, estuvo a punto de desmayarse por la fuerza del impacto que limpió esa área, pero la imperiosa urgencia de salvar a su hijo pudo más.
Cuando Clark vio a Jonathan aparecer de la nada e interponerse en el camino de ese hombre peligroso, arriesgando su propia vida para protegerlo, cualquier duda que pudiera quedarle sobre la real naturaleza de sus sentimientos se desvaneció. Se puso de pie sujetándolo del pantalón y lo abrazó. En lo que a él respecta, en adelante y para todos los efectos, ese hombre era y siempre será su padre.
Black Mace no se dejó conmover por el momento. Tomó su mazo, lo recargó y se lanzó sobre padre e hijo. "Está hecho", se dijo.
Capítulo siguiente: El hombre volador
Capítulo anterior: Interludio en el mañana
Comentarios
Publicar un comentario