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El niño que aprendió a volar - Capítulo 8

Sin palabras

La camioneta aparcó lentamente a unos pasos del portón de entrada. Jonathan estaba agotado por el trabajo en la granja de los Braverman. Sin embargo, estaba agradecido que todo su esfuerzo fuera generosamente recompensado por Henry cuando le llevó la carga. Lo único que lamentaba de todo eso, era que tanto trabajo sirviera finalmente para beneficiar a un conglomerado chupasangre como LuthorCorp, para el que la distribuidora de Henry actuaba como representación en Smallville. Pero Jonathan estaba demasiado cansado como para complacerse en debates políticos con su conciencia, así que lo aceptó como una más de esas cosas en la vida que de momento no puedes cambiar. Como la milagrosa recuperación de Clark esa mañana, el impresionante calor que hizo durante todo el día o la misteriosa nave que ocultaban en el granero. Resignado, se sacudió el saco y bajó de la camioneta. Lento y sin afán, tal como venía conduciendo, entró en la casa.

Martha lo esperaba en la mesa de comedor, la que golpeaba incesantemente con un repetitivo movimiento de muñeca, produciendo un tap, tap, tap que Jonathan reconocía de inmediato como una mezcla inconfundible de impaciencia y preocupación. , se preguntó.

.

, dijo para tranquilizarla mientras apoyaba sus manos sobre los hombros de su esposa e intentaba uno de aquellos masajes relajantes que sabía que no se le daban nada bien.

.

Jonathan no tenía idea. Lo mismo había hecho esa mañana cuando el accidente de Pete. ¿Estaba relacionado con eso o había algo más que lo habría perturbado de forma tal que lo hiciera huir de casa? Y si así fuera, ¿qué pudo ser ese algo? De nuevo, no tenia idea. Lo que si sabia con certeza era que su hijo tampoco estaba en casa de los Braverman, donde él había pasado toda la tarde trabajando. Así que cansado y todo, no quedaba más que salir a buscarlo y cerciorarse que estuviera bien. Fue entonces que el teléfono sonó ruidosamente. Antes que timbrara por segunda vez, ya Martha estaba respondiendo con un apurado .

Quienquiera llamara había hecho el milagro de calmarla, observó Jonathan. Eso significaba que debían estarle dando buenas noticias y eso en términos generales era bueno, dadas las circunstancias. Esperó pacientemente a que su mujer se despidiera luego de una cascada de agradecimientos y un para enterarse que su hijo había estado en casa de Nell con su sobrina Lana y que no hacía mucho había emprendido el camino de regreso.

, le dijo a su esposa, antes que ella lo pidiera. La besó y salió de nuevo.

Jonathan abrió la puerta de la camioneta presto a subir a ella, cuando escuchó un ruido, un golpe seco proveniente del granero. Miró hacia allá y notó que dentro brillaba una luz blanca continua, no la luz amarilla a la que las pocas bombillas del techo lo tenían acostumbrado. Comenzó a acercarse para averiguar de qué se trataba, cuando algo salió proyectado por la puerta de madera, en la que quedó una pequeña abertura por donde aquel objeto hizo su salida violenta, dejando trozos de madera por doquier. Por un momento, la mente confusa de Jonathan se negó a creer lo que acababa de ver y apenas si reaccionó echándose para atrás cuando un hombre en traje negro, más grande que ningún otro que conociera en Smallville, terminó de romper la puerta. Aquel hombre lo miró con desprecio, como quien mira una cucaracha a la que ni siquiera vale la pena aplastar con la bota de un zapato viejo y lo ignoró, avanzando con paso firme en dirección a donde el objeto se estrelló.

Jonathan se quedó paralizado durante varios segundos. Luego, como si una corriente lo sacudiera de su estupor, entró en el granero. La cámara secreta estaba abierta de par en par y un objeto esférico del que provenía la luz blanca, flotaba sobre ella. No se detuvo a inspeccionar ninguno de los dos. Sin dudarlo, fue hasta uno de los anaqueles del fondo y de allí saco un viejo rifle. Lo cargó con un par de cartuchos y echó unos cuantos más en los bolsillos de su saco. Listo o no, salió de nuevo en persecución de aquel gigante, no tenía alternativa. Porque para su horror, ahora sabía a ciencia cierta que sus ojos no lo habían engañado la primera vez y que aquel objeto que salió volando por la puerta y que fue a estrellarse en medio de su plantación, no era otro que su pequeño hijo.

Su corazón palpitaba a más de lo que podía dar.

Capítulo siguiente: Interludio en el mañana
Capítulo anterior: Sorpresa en el granero

Comentarios

  1. Bueno, si eres uno de los que ha seguido esta historia hasta ahora: Gracias! Sería bueno tener tus comentarios o pensamientos sobre este trabajo, pero a todos nos da pereza escribir comentarios de vez en cuando :P

    Habrás notado un cambio en el ritmo de la narración y la introducción de algunos nuevos elementos que le han dado una dinámica diferente a la historia. Bueno, no podrás quejarte de que le haya faltado acción, ¿verdad? Acompañame el resto del camino para ver en qué termina todo.

    Nos leemos el próximo miércoles.

    Hasta pronto!

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