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Mostrando entradas de mayo, 2012

El niño que aprendió a volar - Capítulo 5

Meditando por lo alto "¡Clark! ¿Estás ahí?" Los gritos se escucharon en la cocina y Martha Kent salió a ver de qué se trataba. Frente a la puerta de entrada encontró a tres niños. Reconoció a Pete Ross con su brazo encabestrillado y unas buenas ojeras a consecuencia de tanto llorar. A su lado, el primogénito de los Braverman, un tanto más alto que Pete y con una expresión de quien prefiere estar en otra parte o jugando en algún lado antes que andar haciendo una visita vespertina. La tercera era una niña de cabellos color dorado pálido a quien nunca antes había visto. "Hola niños… Pete, ¿no deberías estar en casa cuidándote ese brazo?" El muchacho levantó el brazo tanto como pudo antes de sentir un poco de dolor y se limitó a responder al reclamo con un humilde "Pero si tengo un cabestrillo…" , y luego como si fuera algo normal andar con el brazo colgando, continuó: "Buscamos a Clark, ¿está en casa?" "Creo que está en su cuarto. Iré

El niño que aprendió a volar - Capítulo 4

Mentiras, secretos y verdades El médico terminó de examinar al niño. Aparte de algunos moretones sin importancia, no encontró razón para alarmarse. El pequeño Clark estaba tan sano y fuerte como siempre. Le dio una palmadita en las mejillas y salió del cuarto, dejándolo al cuidado de su madre, quien estuvo con ellos todo el tiempo. "Martha Kent puede ser una mujer sobreprotectora en ocasiones" , pensó el galeno. Bajó sin prisa las escaleras hasta la primera planta, donde lo esperaba Jonathan. Sentado en la sala, se le notaba nervioso, agitado y más pálido de lo usual. Sin embargo, lo que menos le agradó al médico, fue verlo sobarse el lado izquierdo del pecho con tanta fuerza e insistencia. "¿Duele?" , preguntó. "No es nada, Oscar. Es que he tenido un día bastante agitado" , contestó Jonathan, confiando en que fuera tan solo eso, un achaque de esos que llegan con los años. "Pues el niño está bien. Martha me contó que el sol te jugó una mala

El niño que aprendió a volar - Capítulo 3

En sala de urgencias "¡Peter Joseph Ross!" gritó el hombre de gruesa constitución que se abrió paso por los pasillos del hospital hasta la camilla de la sala de emergencias, donde un golpeado niño contemplaba con lágrimas en los ojos, el yeso que cubría su brazo derecho. El hombre se detuvo a su lado con una expresión de furia tal, que basto para hacer que el niño olvidara que el acetaminofén no había conseguido mitigar del todo el dolor que la fractura la produjo. "¿En qué lio te has metido esta vez?" "Perdón, papá… no fue mi culpa" , dijo tímidamente el niño sin siquiera levantar la mirada. Una enfermera se acercó al hombre y se lo llevó para que llenara algunos formatos y pudiera llevarse al niño a casa. De nuevo, lagrimas enlagunaron los ojos de Pete, pero esta vez no eran causadas por el dolor físico de su lesión, este era un dolor que ninguna analgésico le iba a quitar. "Hola" , escuchó saludar a una delicada voz, tan dulce que Pete

El niño que aprendió a volar - Capítulo 2

Culpa ciega y sorda Jonathan terminó de descargar las pacas de maíz y ajustó cuidadosamente la cajuela de la vieja camioneta Ford. Los peones de la distribuidora tomaron la mercancía y la llevaron a la bodega. Henry, distribuidor mayorista y propietario de la bodega, estaba satisfecho con el producto. "Has tenido una buena temporada" , felicitó a Jonathan y le extendió la factura de recibo, junto con el respectivo cheque. Jonathan lo recibió complacido. Con ese dinero esperaba ponerse al día con las deudas de su granja. Henry aprovechó para proponerle un trabajo extra a Jonathan, algo que beneficiaba a los dos: "Tengo una carga pendiente por recoger en la granja de los Braverman. Roger no puede traerla y de momento no tengo transporte disponible. Pensé que quizás podrías encargarte de eso y ganarte unos centavos extra. ¿Qué dices?" "Cómo están las cosas, cualquier moneda es bienvenida" , respondió Jonathan con una sonrisa. "Iba a ayudarle a Ben a

El niño que aprendió a volar - Capítulo 1

Juego de niños La campana resonó por todos corredores, irrumpiendo en los salones de clase para anunciar el descanso de media mañana. Al igual que el resto de los niños, Clark guardó sus libros de estudio en su mochila, la acomodó en el cajón bajo la tabla de escribir de su pupitre de madera, tomó su lonchera y salió corriendo al patio de recreos que quedaba en la parte posterior de la escuela. El patio de juegos era lo suficientemente amplio para que los casi cien niños que estudiaban allí pudieran distraerse libremente, ya fuera en los juegos de tiovivo, las barras o los espacios dispuestos para armar improvisados encuentros de beisbol casero o de Football americano. Era para un picadito de esto último precisamente, que un grupo de sus compañeros estaban ya organizándose. "¿Quieres participar, Clark?" , le preguntó su amigo Pete, un peli-mono lleno de pecas que lo tomó del brazo presuroso. "Vamos cuatro contra cuatro y jugamos a tres tantos. Los ganadores se llevan