Bill llega temprano al bar, como es su costumbre los sábados. Me saluda con un relajado “Hi, John”, charlamos unos minutos de las novedades de la semana pero me guardo algo para tener que contar al rato. Le preparo una bebida con poco alcohol y va a organizarse. Deja sus cosas en la parte de atrás y regresa para sentarse al piano. Toca algunas notas en apariencia random mientras lo afina y luego interpreta acordes cada vez más melódicos a medida que entra en calor. Para entonces ya han empezado a llegar los clientes, regulares y nuevos.
Al fondo, en una mesa un tanto apartada, está Paul. Trabaja duro en bienes raíces aunque asegura que, al igual que yo, se encuentra estancado en un trabajo que no desea pero que necesita para pagar las cuentas. De vez en cuando se acerca al atril del piano para pedir alguna melodía, una melancólica como la mayoría y allí aprovecha para alardearle a Bill de estar escribiendo la siguiente Gran Novela Americana. Para el 2008 lo perderá casi todo como consecuencia de la Crisis Financiera desatada por la burbuja inmobiliaria de la que quiso sacar partido y entonces, solo entonces, dedicará tiempo de verdad para escribir. Su obra póstuma será reconocida mundialmente, pero no le alcanzara para ser considerada como la siguiente Gran Novela, título que quizás corresponda a Libertad, obra de un tal Frazen y que sería publicada ese mismo año. Pero como dicen, entre gustos...
Esta noche Paul no está solo. Lo acompaña Bruce, aunque nadie le llama así. Pasa por aquí un sábado cada dos o tres meses, cuando tiene tiempo de licencia. Se ha comprometido con la Armada Naval, tal como se lo prometió a su padre hace mucho, cuando el viejo lo descubrió de amores con un compañero suyo del colegio. Rígido y ortodoxo como todo militar retirado, le obligó a tomar los “votos” de la Marina y enlistarse para que “se convirtiera en todo un hombre”, obligándolo incluso a cambiar su nombre por el de David, porque el otro le sonaba demasiado gay. “Davy”, como Bill acostumbraba referirse a él, se convertiría un día en portada del TIMES al confesar su orientación sexual y dar la lucha para que los homosexuales sean aceptados en la Naval y otras instancias militares sin rechazos ni prejuicios. Lucha que seguirá alentando desde su hogar de retiro.
Durante uno de los recesos Bill viene a la barra y le entrego otra de sus bebidas, “cortesía de la casa”. El jefe lo sabe pero no me hace reclamo alguno, sabe que gran parte de la gran afluencia de clientes en los sábados se debe a la presencia de Bill y su piano. Aprovecho para contarle que he conseguido un nuevo empleo. Por fin podré poner en práctica todo lo que he aprendido en los talleres de actuación, aunque no será exactamente como esperaba. Por años he tenido la fantasía de estar en este bar solamente para poder pagar el arriendo mientras perseguía mi sueño de convertirme en gran actor y triunfar en Hollywood, pero se que lo más cercano que estaré de eso será este nuevo empleo de medio tiempo como instructor de teatro en el colegio JFK de Long Island. No sabía entonces lo bien que la pasaría, alimentando los sueños de esos jovenes, ganando reconocimiento en el mundo de las tablas e incluso, recibiendo un día el agradecimiento de una de mis alumnas durante una rueda de prensa de la obra Hamilton.
Alana viene y hace otra ronda de pedidos. Mientras los preparo, la aborda Carl como es ya habitual. Hombre de negocios varios, se nota que le tiene “ganas” a la mesera desde hace ya algún tiempo. Ella no acostumbra intimar con los clientes, es malo para el negocio y eso está bien. Pero es sabido que quien persevera alcanza y que la soledad es una celestina condenada, así que unos meses después que Carl deje de venir al bar, me enteraré que Alana y él finalmente estuvieron juntos y de la razón por la que el hombre se alejó. No se si sería por remordimiento o nostalgia, pero una noche a finales de noviembre, durante mi último año en el bar, Carl regresará. Se sentará a la barra y me contará de lo bien que le ha ido en sus negocios. Perseverante como es, consiguirá que le de el contacto de Alana y unos días después ella me llamará para contarme que el sujeto quiere “reponer” el tiempo que no estuvo con ella y su hijo. Bien por ellos.
Cerca de la medianoche Bill se despide. No acostumbra quedarse más tarde que eso porque sabe que a veces las cosas se ponen feas. Ya a esa hora muchos están tomados, algo ebrios y bueno, mejor evitarse líos. Entiendo también que está preparándose para una audición ante una importante compañía de discos. No tiene muchas esperanzas en tener éxito pero yo se que triunfara y que será quizás el único de nosotros que consiga alejarse para bien de este bar. Y así será. No me extrañaría si has estado leyendo estas líneas pensando en que estas historias te resultan familiares. ¿Sabes por qué? Su primer gran sencillo será un tema que habla de su experiencia aquí, en esta bar. Lo llamará, como no podía ser de otra forma, el Hombre del Piano, el Piano Man.
--- Dedicado a Billy Joel y su increíble talento.
Reto original publicado en https://www.youtube.com/watch?v=3K72DExLNko
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