Universos en colisión
“Quédense con el líder”, ordenó Vader a los pilotos de los dos cazas TIE que le servían de escolta, cuando el caza rebelde se retiró con uno de sus motores dañados. No había necesidad de perseguirlo, en las condiciones en que se encontraba, cualquiera otro de su flota podría derribarlo sin problema. Lo que si era importante, era detener a los dos cazas Ala-X rebelde que volaban delante de ellos y que avanzaban a gran velocidad por el corredor que llevaba al ducto de ventilación del reactor principal de la Estrella de la Muerte.
Vader ajustó los giroscopios de sus controles de disparo para enfocar al segundo Ala-X. “Un poco más a la derecha de lo que señalan los instrumentos”, pensó, razonando la intuición que recibía de su vínculo con el Lado Oscuro de la Fuerza. Disparó y el Ala-X quedó convertido en basura espacial, disperso en millones de fragmentos por el ducto. Sólo un disparo más y la derrota de los rebeldes estaría asegurada. Calibró de nuevo su equipo y...
“¡La Fuerza se interpone!”, exclamó asombrado.
Vader podía sentir como el piloto de aquel Ala-X realmente tenía la Fuerza de su lado, tanto que interfería con su propia conexión con ella. Tuvo que esforzarse para concentrarse en la tarea a realizar. “Es una pena”, pensó. “Si pudiera convertirlo al Lado Oscuro, sería un excelente aliado”. Disparó y falló. Entonces, escuchó una explosión tras él. Uno de sus TIE escolta había sido destruido.
“¿Qué fue eso?”, preguntó. No hubo respuesta. Buscando al responsable de este traicionero ataque, descubrió que una nave Corelliana se lanzaba de forma suicida sobre ellos. Con la Fuerza de su lado, Vader sabía que podría esquivarlo, pero el piloto del TIE escolta no estaba tan seguro de eso y presa del pánico, movió los controles de su caza con torpeza, haciendo que las alas de los dos TIE se tocaran bruscamente. El caza escolta se precipitó contra el muro derecho del corredor, desapareciendo en un flameante estallido, mientras el caza de Darth Vader salía expulsado sin control hacia el vacío del espacio. Haciendo uso de toda su experiencia como piloto, Vader luchó durante incontables segundos hasta conseguir dominar la nave. Buscó en sus instrumentos la ubicación de la Estrella de la Muerte para regresar, pero en cuanto la hubo localizado, desapareció. Un ligero estremecimiento en la Fuerza le dio la completa certidumbre de que la última arma del Imperio había dejado de existir.
“¡La onda explosiva! Debo…”, pero Vader no pudo hacer nada al respecto. La onda causada por la explosión de la gigantesca estación espacial del Imperio lo golpeó con la fuerza de un Maremoto sobre un castillo de arena. El TIE recibió todo el impacto y los daños fueron irreparables, tanto para el caza como para los sistemas electrónicos de la armadura de Vader.
Durante mucho tiempo, el averiado TIE vagó a la deriva, volando a ciegas por el espacio. Sin instrumentos para establecer su ubicación y con sólo el sistema de comunicación de corto alcance en operación, Vader se vio forzado a programar la computadora para que mantener activo solo lo estrictamente necesario. Finalmente, incluso sistemas de soporte vital de su armadura comenzaron a fallar y el Señor del Sith comenzó a perder el conocimiento cada vez con mayor frecuencia. Cada que regresaba de su estado de inconciencia, una duda aparecía para atormentarlo de forma recurrente:
“La Fuerza en ese piloto rebelde... había algo familiar en ella... ¿qué?”.
No tenía respuesta, pero al menos servía para mantener ocupada su mente, hasta cuando ya sintió que no iba a despertar más. Y sin embargo lo hizo. Ya no estaba en el caza, podía sentirlo. Podía sentir la Fuerza conectándolo a él con otras personas a su alrededor, estaba en una nave espacial, un Destructor Estelar. Estaba a salvo. Su cuerpo sanaba lentamente sumergido en una solución curativa, igual que antes, cuando tuvo que pasar horas en una solución como esa luego de ser dado por muerto en el planeta Mustafar por Obi-Wan Kenobi, el que fuera su mentor y que casi se convirtió en su verdugo. Y de nuevo pensó en aquel piloto, en aquel momento en la Estrella de la Muerte. Había una conexión, lo sabía. Obi-Wan, él tenía algo que ver, pero ¿qué? Y nuevamente se desmayó sin tener las respuestas que quería.
La imagen desnuda de Darth Vader visto a través del cilindro que lo contenía, era un espectáculo bizarro. Sin las prótesis de su armadura, era muy poco lo que quedaba de él como persona. Y sus cicatrices eran... no era posible que un ser humano en sus condiciones pudiera seguir con vida. ¿Era acaso su vínculo con la Fuerza tan poderoso que por sí mismo lo mantenía con vida? Como fuera, su aspecto y los misterios de su supervivencia eran algo que no importaba 2-1B, el robot médico que supervisaba su recuperación, en tanto que los lectores continuaran registrando una mejoría, por leve que fuera.
Afuera de la enfermería, el Capitán Needa esperaba los resultados de los exámenes a Lord Vader. El Teniente Skeele se acercó y saludó.
“Capitán, hemos recibido una transmisión originada en la nave intrusa”.
“Bien, ya era hora. Reprodúzcala”.
Skeele activó su reproductor portátil, un pequeño disco plano que cabía en la palma de su mano. La imagen de un antiguo robot D4, modelo precursor a los androides de protocolo C3, apareció flotando en el aire.
“Saludos, señores Imperiales. Esta es la nave espacial USS Enterprise, estamos aquí en misión pacífica. Nuestro Capitán solicita audiencia con un alto funcionario Imperial para pactar las condiciones que garanticen nuestra supervivencia en sus dominios”.
“Skeele, haga los arreglos para que los intrusos vengan abordo”, ordenó Needa luego de meditarlo rápidamente. “Con su Capitán aquí, podremos hacerlo prisionero y capturar su nave sin dañarla aún más”.
“Sí señor, pero y si se trata de una trampa...”
“¡Somos el Imperio!”, bramó Needa, molesto por la flaqueza de su oficial. “Esta nave posee el arsenal para arrasar cualquier amenaza que ellos puedan representar. Hay más de 17 mil hombres a bordo. Dígame Skeele, ¿qué peligro cree podrían representar un puñado de intrusos temerosos de nuestro poder?”.
“Ninguno, señor”, respondió Skeele. Bajó la cabeza y procedió a cumplir con su deber.
Poco después, un pequeño transbordador salió de uno de los puertos de embarque de la USS Enterprise. Los propulsores de bajo poder del transbordador le hicieron tomar alrededor de cinco minutos para superar la distancia que separaba las dos astronaves. Siguiendo las instrucciones recibidas, los tripulantes permitieron que un rayo tractor los enganchara y los llevara a los hangares del Destructor Estelar. Lenta pero seguramente, el transbordador fue depositado sobre el piso brillante del hangar e inmediatamente fue rodeado por un pequeño destacamento de soldados en armaduras blancas, los Storm Troopers, la marca insignia del ejército imperial. Skeele se acercó al transbordador, con un soldado escolta a cada lado. Hubo un aumento en la tensión en el hangar, cuando la compuerta de acceso del transbordador comenzó a abrirse.
Un hombre de contextura media fue el primero en bajar, seguido por un androide D4 y otros dos tripulantes, un humano con una expresión hosca en su rostro y un alienígena de apariencia humana, aunque las facciones del rostro y sus orejas puntiagudas lo delataban.
“Saludos. Me acompaña el Capitán James T. Kirk, de la USS Enterprise”, dijo D474, señalando al Capitán. Acto seguido, señaló a los otros dos. “Ellos son el Doctor McCoy y el Primer oficial Spock”.
Skeele sonrió. Esto era demasiado fácil, fue un tonto al dudar. Pensar que se había ganado una reprimenda por nada.
“Bienvenidos abordo del Destructor Estelar Avenger”, dijo. “Soy el Teniente Skeele, segundo al mando de esta astronave de combate y es mi deber informarles que tanto ustedes como su nave, aparcada allí afuera, son ahora prisioneros del Imperio”.
El cerco de soldados imperiales se hizo más estrecho. Tras ellos, la compuerta por donde había ingresado el transbordador al hangar, se cerró de golpe.
En la enfermería, un cambio repentino en las señales captadas por las máquinas unidas a los sistemas de soporte vital de Darth Vader sacaron a 2-1B del letargo en que se encontraba. Las lecturas de los instrumentos conducían a una única e inequívoca conclusión: el Señor del Sith está muriendo.
“Quédense con el líder”, ordenó Vader a los pilotos de los dos cazas TIE que le servían de escolta, cuando el caza rebelde se retiró con uno de sus motores dañados. No había necesidad de perseguirlo, en las condiciones en que se encontraba, cualquiera otro de su flota podría derribarlo sin problema. Lo que si era importante, era detener a los dos cazas Ala-X rebelde que volaban delante de ellos y que avanzaban a gran velocidad por el corredor que llevaba al ducto de ventilación del reactor principal de la Estrella de la Muerte.
Vader ajustó los giroscopios de sus controles de disparo para enfocar al segundo Ala-X. “Un poco más a la derecha de lo que señalan los instrumentos”, pensó, razonando la intuición que recibía de su vínculo con el Lado Oscuro de la Fuerza. Disparó y el Ala-X quedó convertido en basura espacial, disperso en millones de fragmentos por el ducto. Sólo un disparo más y la derrota de los rebeldes estaría asegurada. Calibró de nuevo su equipo y...
“¡La Fuerza se interpone!”, exclamó asombrado.
Vader podía sentir como el piloto de aquel Ala-X realmente tenía la Fuerza de su lado, tanto que interfería con su propia conexión con ella. Tuvo que esforzarse para concentrarse en la tarea a realizar. “Es una pena”, pensó. “Si pudiera convertirlo al Lado Oscuro, sería un excelente aliado”. Disparó y falló. Entonces, escuchó una explosión tras él. Uno de sus TIE escolta había sido destruido.
“¿Qué fue eso?”, preguntó. No hubo respuesta. Buscando al responsable de este traicionero ataque, descubrió que una nave Corelliana se lanzaba de forma suicida sobre ellos. Con la Fuerza de su lado, Vader sabía que podría esquivarlo, pero el piloto del TIE escolta no estaba tan seguro de eso y presa del pánico, movió los controles de su caza con torpeza, haciendo que las alas de los dos TIE se tocaran bruscamente. El caza escolta se precipitó contra el muro derecho del corredor, desapareciendo en un flameante estallido, mientras el caza de Darth Vader salía expulsado sin control hacia el vacío del espacio. Haciendo uso de toda su experiencia como piloto, Vader luchó durante incontables segundos hasta conseguir dominar la nave. Buscó en sus instrumentos la ubicación de la Estrella de la Muerte para regresar, pero en cuanto la hubo localizado, desapareció. Un ligero estremecimiento en la Fuerza le dio la completa certidumbre de que la última arma del Imperio había dejado de existir.
“¡La onda explosiva! Debo…”, pero Vader no pudo hacer nada al respecto. La onda causada por la explosión de la gigantesca estación espacial del Imperio lo golpeó con la fuerza de un Maremoto sobre un castillo de arena. El TIE recibió todo el impacto y los daños fueron irreparables, tanto para el caza como para los sistemas electrónicos de la armadura de Vader.
Durante mucho tiempo, el averiado TIE vagó a la deriva, volando a ciegas por el espacio. Sin instrumentos para establecer su ubicación y con sólo el sistema de comunicación de corto alcance en operación, Vader se vio forzado a programar la computadora para que mantener activo solo lo estrictamente necesario. Finalmente, incluso sistemas de soporte vital de su armadura comenzaron a fallar y el Señor del Sith comenzó a perder el conocimiento cada vez con mayor frecuencia. Cada que regresaba de su estado de inconciencia, una duda aparecía para atormentarlo de forma recurrente:
“La Fuerza en ese piloto rebelde... había algo familiar en ella... ¿qué?”.
No tenía respuesta, pero al menos servía para mantener ocupada su mente, hasta cuando ya sintió que no iba a despertar más. Y sin embargo lo hizo. Ya no estaba en el caza, podía sentirlo. Podía sentir la Fuerza conectándolo a él con otras personas a su alrededor, estaba en una nave espacial, un Destructor Estelar. Estaba a salvo. Su cuerpo sanaba lentamente sumergido en una solución curativa, igual que antes, cuando tuvo que pasar horas en una solución como esa luego de ser dado por muerto en el planeta Mustafar por Obi-Wan Kenobi, el que fuera su mentor y que casi se convirtió en su verdugo. Y de nuevo pensó en aquel piloto, en aquel momento en la Estrella de la Muerte. Había una conexión, lo sabía. Obi-Wan, él tenía algo que ver, pero ¿qué? Y nuevamente se desmayó sin tener las respuestas que quería.
La imagen desnuda de Darth Vader visto a través del cilindro que lo contenía, era un espectáculo bizarro. Sin las prótesis de su armadura, era muy poco lo que quedaba de él como persona. Y sus cicatrices eran... no era posible que un ser humano en sus condiciones pudiera seguir con vida. ¿Era acaso su vínculo con la Fuerza tan poderoso que por sí mismo lo mantenía con vida? Como fuera, su aspecto y los misterios de su supervivencia eran algo que no importaba 2-1B, el robot médico que supervisaba su recuperación, en tanto que los lectores continuaran registrando una mejoría, por leve que fuera.
Afuera de la enfermería, el Capitán Needa esperaba los resultados de los exámenes a Lord Vader. El Teniente Skeele se acercó y saludó.
“Capitán, hemos recibido una transmisión originada en la nave intrusa”.
“Bien, ya era hora. Reprodúzcala”.
Skeele activó su reproductor portátil, un pequeño disco plano que cabía en la palma de su mano. La imagen de un antiguo robot D4, modelo precursor a los androides de protocolo C3, apareció flotando en el aire.
“Saludos, señores Imperiales. Esta es la nave espacial USS Enterprise, estamos aquí en misión pacífica. Nuestro Capitán solicita audiencia con un alto funcionario Imperial para pactar las condiciones que garanticen nuestra supervivencia en sus dominios”.
“Skeele, haga los arreglos para que los intrusos vengan abordo”, ordenó Needa luego de meditarlo rápidamente. “Con su Capitán aquí, podremos hacerlo prisionero y capturar su nave sin dañarla aún más”.
“Sí señor, pero y si se trata de una trampa...”
“¡Somos el Imperio!”, bramó Needa, molesto por la flaqueza de su oficial. “Esta nave posee el arsenal para arrasar cualquier amenaza que ellos puedan representar. Hay más de 17 mil hombres a bordo. Dígame Skeele, ¿qué peligro cree podrían representar un puñado de intrusos temerosos de nuestro poder?”.
“Ninguno, señor”, respondió Skeele. Bajó la cabeza y procedió a cumplir con su deber.
Poco después, un pequeño transbordador salió de uno de los puertos de embarque de la USS Enterprise. Los propulsores de bajo poder del transbordador le hicieron tomar alrededor de cinco minutos para superar la distancia que separaba las dos astronaves. Siguiendo las instrucciones recibidas, los tripulantes permitieron que un rayo tractor los enganchara y los llevara a los hangares del Destructor Estelar. Lenta pero seguramente, el transbordador fue depositado sobre el piso brillante del hangar e inmediatamente fue rodeado por un pequeño destacamento de soldados en armaduras blancas, los Storm Troopers, la marca insignia del ejército imperial. Skeele se acercó al transbordador, con un soldado escolta a cada lado. Hubo un aumento en la tensión en el hangar, cuando la compuerta de acceso del transbordador comenzó a abrirse.
Un hombre de contextura media fue el primero en bajar, seguido por un androide D4 y otros dos tripulantes, un humano con una expresión hosca en su rostro y un alienígena de apariencia humana, aunque las facciones del rostro y sus orejas puntiagudas lo delataban.
“Saludos. Me acompaña el Capitán James T. Kirk, de la USS Enterprise”, dijo D474, señalando al Capitán. Acto seguido, señaló a los otros dos. “Ellos son el Doctor McCoy y el Primer oficial Spock”.
Skeele sonrió. Esto era demasiado fácil, fue un tonto al dudar. Pensar que se había ganado una reprimenda por nada.
“Bienvenidos abordo del Destructor Estelar Avenger”, dijo. “Soy el Teniente Skeele, segundo al mando de esta astronave de combate y es mi deber informarles que tanto ustedes como su nave, aparcada allí afuera, son ahora prisioneros del Imperio”.
El cerco de soldados imperiales se hizo más estrecho. Tras ellos, la compuerta por donde había ingresado el transbordador al hangar, se cerró de golpe.
En la enfermería, un cambio repentino en las señales captadas por las máquinas unidas a los sistemas de soporte vital de Darth Vader sacaron a 2-1B del letargo en que se encontraba. Las lecturas de los instrumentos conducían a una única e inequívoca conclusión: el Señor del Sith está muriendo.
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